Sonidos en diáspora. El cine del Black Audio Film Collective

Black Audio Film Collective, Handsworth Songs, 1986. Imagen cortesía de Black Audio Film Collective y LUX, Londres.

Black Audio Film Collective, Handsworth Songs, 1986. Imagen cortesía de Black Audio Film Collective y LUX, Londres.

Eran los años de la expresión más dura de liberalismo iniciada por el binomio Thatcher (Reino Unido) y Reagan (EE.UU.) y desde el cine se planteaba una contraofensiva cultural que hiciera tambalear la hegemonía política y económica. Entre 1982 y 1997 en el Reino Unido, el Black Audio Film Collective propuso una nueva narrativa radical para transformar la educación, las instituciones y la representación de la identidad negra en el cine independiente. Desde el Museo Reina Sofía nos han propuesto el ciclo Sonidos en diáspora que llega a su fin esta semana haciendo un recorrido en cinco sesiones presentado por primera vez en España. El colectivo interdiscilplinar (cineastas, artistas sonoros, activistas, sociólogos y productores) fundado por John Akomfrah, Reece Auguiste, Lina Gopaul, Trevor Mathison, David Lawson, Edward George y Claire Joseph, van a plantear la cultura popular, y en concreto el cine, como el principal elemento de resistencia. Os traemos un texto que consideramos necesario para entender el contexto social y el cuerpo teórico de esta expresión de desgarro intelectual surgida en la diáspora británica de la mano de Chema González. La última cita será este miércoles a las 19.00h. en el edificio Sabatini del Reina Sofía (Madrid) con entrada gratuita hasta completar el aforo.

*Texto de Chema González.

«Hace años me encontraba en Londres, buscando al Black Audio Film Collective, a quienes tenía que devolver dos VHS que me habían prestado, pero nunca pude encontrar el sitio (…). Esas cintas siguen en algún lugar en mi desorden, como un remordimiento, junto al recuerdo de aquel gran trabajo, al que me gustaría rendir homenaje (…)»2 [1].

Estas palabras de Chris Marker reflejan la situación actual del Black Audio Film Collective, relegado a apariciones puntuales y a comentarios sobre una obra histórica entre las brumas de la desmemoria. Activo entre 1982 y 1997 en el Reino Unido, son muchas las razones para dedicar un ciclo al colectivo fundado por John Akomfrah, Lina Gopaul, Trevor Mathison, David Lawson, Edward George y Clare Joseph, un equipo interdisciplinar integrado por cineastas, artistas sonoros, activistas, sociólogos y productores, todo ellos británicos de Dominica, Jamaica, Ghana o Trinidad y Tobago. Entre tales razones podría mencionarse la firme creencia en un trabajo horizontal y distribuido, tanto entre todos sus integrantes como entre estos y su público; la actualización del documental realista a partir de la exhibición del imaginario y de las representaciones coloniales procedentes del archivo y, muy especialmente, la capacidad de articular un frente común que, incorporando gran parte de los planteamientos de la New Left, no sólo cuestionara la hegemonía identitaria de los años del thatcherismo, sino que planteara la cultura, y en concreto el cine, como el principal elemento de resistencia.

[message_box type=»note» icon=»yes» close=»Close»]El lenguaje del Black Audio Film Collective va a ser reformulado radicalmente en un nuevo espacio discursivo dominado por la investigación de archivo y la incorporación de la cultura aural a la imagen en movimiento, buscando interpelar y aludir a la trayectoria de un sujeto descentrado y sin lugar, en definitiva, a un lenguaje de la diáspora.[/message_box]

Sin embargo, por encima de estos motivos, resalta una causa que otorga al Black Audio Film Collective un lugar fundacional en la historia audiovisual de las últimas décadas. Antes que un proyecto fílmico, el Black Audio va a conformar un programa estético centrado en actualizar el lenguaje revolucionario del Tercer Cine surgido en América Latina y África durante el proceso descolonizador en las décadas de 1960 y 70 desde el centro de la Europa metropolitana a partir de los años 80. Desde la creencia en su potencia, pero también en sus límites y omisiones, este lenguaje va a ser reformulado radicalmente en un nuevo espacio discursivo dominado por la investigación de archivo y la incorporación de la cultura aural a la imagen en movimiento, buscando interpelar y aludir a la trayectoria de un sujeto descentrado y sin lugar, en definitiva, a un lenguaje de la diáspora.

«Tercer Cine es para nosotros aquel que reconoce en esa lucha (anti-imperialista) la más gigantesca manifestación cultural, científica y artística de nuestro tiempo, la gran posibilidad de construir desde cada pueblo una personalidad liberada: la descolonización de la cultura«[2], así describían Fernando Solanas y Octavio Getino un movimiento que, retomando los manifiestos Estética del hambre de Glauber Rocha y Por un cine imperfecto de Julio García Espinosa, se extendería por el conjunto de América Latina, África y Asia, prolongándose en una nutrida red colectiva hasta bien entrados los años 80. El Tercer Cine articulaba un imaginario global de la resistencia basado en una tensión dialéctica entre colonizador/colonizado, imperio/nación y capitalismo/socialismo, tras la cual se revelaba la búsqueda de un origen inocente y no contaminado, de un supuesto grado cero en la construcción de una identidad nacional descolonizada.

El Black Audio Film Collective recibe las reclamaciones del Tercer Cine, pero preguntándose cómo incorporar a éstas una identidad mezclada mucho más compleja, que tiene que ver con un nuevo lugar de enunciación, pero también con la asunción de que, siguiendo a Paul Gilroy en The Black Atlantic: Modernity and Double-Consciousness[3], emancipación y explotación son dos efectos inseparables de la experiencia moderna. Las tácticas de confrontación y oposición de cineastas como Med Hondo, Santiago Álvarez o Masao Adachi, por citar tres ejemplos de geografías tan dispares como Senegal, Cuba o Japón, se van a transformar en un proyecto más amplio con dos objetivos principales. El primero, el uso del cine como elemento clave para articular otra esfera pública dirigida a cambiar las instituciones culturales y educativas a través de la noción de diferencia y representación. El segundo, el pensamiento de una identidad poscolonial nómada y cosmopolita, frente a la global y nacionalista del Tercer Cine, en la que la imagen en movimiento debe adaptar una forma visual que dé cuenta de la modernidad y su reverso, del palimpsesto de las múltiples historias y tiempos narrativos que abarca el presente o, según el verso del Derek Walcott, cómo pensar el momento actual desde la ausencia de tus propias ruinas.

3.Images of Nationality. Black Audio Film Collective, Images of Nationality, 1982-84. Imagen cortesía de Black Audio Film Collective y Smoking Dogs Films, Londres.

Images of Nationality. Black Audio Film Collective, Images of Nationality, 1982-84. Imagen cortesía de Black Audio Film Collective y Smoking Dogs Films, Londres.

De esta manera, a partir de 1984, año de la presentación de Expeditions, su primer trabajo fílmico, el colectivo va a fundar la Association of the Black Workshops, ocho talleres permanentes que, bajo el título de Visions and Revisions, se dedican a «producir nuevas habilidades tanto en la práctica como en la teoría«, en palabras de Edward George[4], para ser contextualizadas en sistemas de redes y estructuras internas que sostengan una cultura negra independiente. Es crucial tener en cuenta que esta movilización sucede en un momento de retirada y privatización de cualquier servicio público del Estado, especialmente la cultura, lo que obliga a una reinvención y creación institucional desde la base. Lina Gopaul, otro miembro del colectivo, escribirá que «este nuevo sector del cine negro es la suma de los diferentes deseos, estrategias y modos de intervención en la producción fílmica»[5], apelando a un momento de colaboración que permita considerar la ocupación y el debate de la institución como una prioridad.

La particularidad es que este discurso crítico se va a alimentar de dos movimientos extremadamente sofisticados. De un lado, la naciente teoría fílmica en la academia británica, liderada por la revista Screen, con artículos de Laura Mulvey, Teresa de Lauretis o Christian Metz, la cual supone la entrada de Lacan, Foucault o Althusser en el análisis de la imagen y su aparato. En último término, este círculo académico, relacionado con el impulso de la Nueva Historia del Arte, busca reconocer y empoderar a un nuevo espectador quien, ante la saturación y el determinismo de los medios de masas, sea capaz de reconocerse en el análisis crítico, aspectos que el Black Audio, pensemos en el propio título de sus talleres –visiones y revisiones– va a privilegiar. El segundo movimiento que cruza toda la filmografía del colectivo, continuando incluso en la obra actual de muchos de sus miembros, son los debates de la nueva izquierda y, con especial énfasis, la voz de Stuart Hall, fundador de la estudios de cultura visual y de la revista New Left Review.

[message_box type=»note» icon=»yes» close=»Close»]El cine del Black Audio Film Collective puede entenderse como la búsqueda de un lenguaje de la diáspora nacido en el cruce entre la genealogía del Tercer Cine y la perspectiva de los estudios culturales.[/message_box]

En 1972, el trabajador irlandés Robert Keenan es atracado en el camino del pub a su casa en el barrio de Handsworth, suburbio afro-caribeño de Birmingham, por dos adolescentes de origen africano. Este suceso marca el comienzo de toda una campaña de alarma sobre el creciente número de robos a la clase trabajadora en el Reino Unido. Esta situación motivará Policing the crisis, un estudio en el que Hall denuncia cómo este pánico público obedece a una fantasía del mal que tiene como fin sustituir la vieja cultura del consenso de la posguerra con la de la coerción y represión durante la crisis. Handsworth Songs es también el primer largometraje del Black Audio Film Collective, un film sobre el estallido de protestas laborales y raciales de comienzos de los ’80 en el mismo suburbio británico. Planteado con metraje de los informativos e imágenes de representaciones del esclavismo, la frase que repite la narradora «no hay historia en los disturbios, sino solo fantasmas de otras historias- es una inevitable resonancia de las conclusiones del Policing the crisis«.

Hall va a desarrollar su trabajo desde el CCCS de la Universidad de Birmingham, departamento donde nacen los estudios culturales. En cierta manera, el cine del Black Audio Film Collective puede entenderse como la búsqueda de un lenguaje de la diáspora nacido en el cruce entre la genealogía del Tercer Cine y la perspectiva de los estudios culturales. Frente al concepto obsoleto de lucha de clases, Hall propondrá la idea de hegemonía, la conquista progresiva de preeminencia a partir de un falso consenso. El rol de la cultura será mostrar el desacuerdo y producirse como un espacio de negociación permanente, de ahí el interés del teórico en la cultura popular como relación de fuerzas. La síntesis entre fragmentos sonoros y la música negra junto a la imagen documental y el archivo, presente en todo el cine del Black Audio, será asimismo un intento de incorporar lo popular dentro de la lógica de la narración fílmica, pero no supeditado a ésta, sino como conversación oral y disensión permanente. Hasta tal punto es así, que The Last Angel of History,uno de sus últimos trabajos, parte de la presencia del alien y del espacio exterior en el free jazz de Sun Ra (Space is the place, 1972) o en el funk de George Clinton (The Mothership Connection, 1975) como alusiones afro-futuristas a la otredad del negro en las sociedades blancas. «El viajeescribía en este sentido Stuart Hall- no acaba en Etiopía, sino con Burning Spear y el Redemption Song de Bob Marley»[6]. La idea de que no existe una cultura negra, ni mucho menos inglesa o europea, sin las conexiones extraviadas en las migraciones transatlánticas será central en el desarrollo de una filmografía articulada en las disonancias de las historias anacrónicas de la diáspora.

¿Cómo dotar a este tránsito espacial y temporal de una expresión propia? Handsworth Songs, dirá Reece Auguiste, miembro del colectivo, era John Grierson hablando el lenguaje de la diáspora. Es decir, movimiento documental británico y la forma visual de una memoria interrumpida, colectiva y anhelante, vinculada al pasado, pero también al estado de emergencia de un presente determinado por la persistencia de los mecanismos de exclusión. El manifiesto de la memoria, en sus ausencias y presencias, en su interrupción y continuidad, es el elemento que permite reinventar el dispositivo documental.

Expeditions, su primer proyecto, consiste en dos proyecciones de diapositivas con voz en off situadas en el espacio intermedio entre el museo y el cine. Ambas series, Signs of Empire e Images of Nationality, desarrollan el colapso de dos tiempos a través de la intertextualidad: la certidumbre del mito nacionalista británico invocado en la fotografía colonial del s.XIX se quiebra al mezclarse con una trama de textos y audios que exhiben la ideología de supremacía y conquista. En Handsworth Songs, esta intertextualidad, tan cercana a la alegoría posmoderna, se convierte en un palimpsesto a medio camino entre el testimonio documental y el archivo histórico, entre la apropiación de las imágenes de los informativos oficiales y el rastro de un pasado de negación que, de forma dialéctica, presenta la violencia en el presente como una conclusión irremediable. Al igual que las trayectorias de la diáspora, aquella relación sin fin de la que hablaba Édouard Glissant[7], el palimpsesto es un lenguaje carente de trascendencia cuyo sentido emerge desde las fisuras e intersticios que lo componen, la idea de archipiélago frente a la de continente, de nuevo volviendo a Glissant. En Handsworth Songs, el sampleado sonoro de la película añade voces, registros y texturas sonoras en choque con la imagen. Con una narración cercana a la fábula, la voz en off de Twilight City recorre la geografía de Londres en su paulatina conversión en la capital de la acumulación financiera. La ciudad es figurada desde un exilio ficticio sincopado con entrevistas a teóricos y críticos poscoloniales como Homi Bhabha, Kobena Mercer o Paul Gilroy. La fábula mezclada con la crónica es la manera de indagar en Michael Abdul Malik, activista cuya biografía se escenifica en una serie de tableau vivants, elemento escenográfico que el Black Audio emplearía en su cine de los 90. The Last Angel of History, junto a The Mothership Connection o Gangsta Gangsta: The Tragedy of Tupac Shakur, cierra un ciclo dedicado, como el conjunto de su filmografía a lo popular como cultura de la resistencia.

Programa del ciclo

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Fuentes:

[1] ESHUM, K. y SAGAR, A. (eds.). The Ghosts of Songs. The Film Art of the Black Audio Film Collective. FACT y University of Liverpool Press, pág. 12.

[2] GETTINO, Octavio y SOLANAS, Fernado. “Hacia un tercer cine”, en AAVV. A diez años de “Hacia un Tercer Cine”. Filmoteca, UNAM, México, 1982, págs. 38 y 39.

[3] GILROY, Paul. The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Verso, Londres, 1993.

[4] GEORGE, Edward. “New Directions in Training”, en ESHUN, K. y SAGAR, A. Op.cit. Págs. 148-150.

[5] GOPAUL, Lina. “Which Way Forward?”, en ESHUN, K. y SAGAR, A. Op.cit. Pág. 146.

[6] BLACKBURN, Robin. “Remembering Stuart Hall”, artículo publicado en New Left Review, Marzo-Abril 2014, accessible en http://newleftreview.org/II/86/robin-blackburn-stuart-hall-1932-2014

[ultimo acceso en 10 de junio de 2014].

[7] GLISSANT, Édouard. Introducción a una poética de lo diverso. Ediciones del Bronce, Barcelona, 2002.

Etiopía a cuatro ruedas: la revolución del patín

Patinadores en Adis Abeba. Foto: Sean Stromsoe

Patinadores en Adis Abeba. Foto: Sean Stromsoe

El 14 de mayo de 1965, la revista 'Life Magazine' lanzaba un reportaje llamado "Skateboard Mania" en el que se observa el boom del patín en aquellos tiempos.

El 14 de mayo de 1965, la revista ‘Life Magazine’ lanzaba un reportaje llamado «Skateboard Mania» en el que se observa el boom del patín en aquellos tiempos.

¿Qué es el skate (patín)? ¿Un deporte? ¿Una expresión artística? ¿Un entretenimiento? ¿Un medio de transporte? Quizás sea todo lo anterior aderezado con la predisposición del patinador pero, sin duda, esta práctica que surgió entre la década de los 40 y 50 en California (Estados Unidos) como pasatiempo para los surfistas cuando el mar estaba en calma, ha llegado a Etiopía sobre cuatro ruedas para reivindicar un espacio, un lugar.

La campaña Ethiopia Skate, fundada por el joven etíope Abenezer Temesgen (17 años) y el californiano Sean Stromsoe (22 años), ha elegido toda una declaración de intenciones como lema: “Nosotros sólo queremos patinar”. Pero la historia de cómo creció la campaña esboza un conmovedor retrato acerca de la utilización de herramientas como Facebook y Twitter para conseguir un gran impacto. Con el apoyo de algunos medios nacionales y extranjeros (Transworld Skate, Skate Africa, Style.com, Frank 151, Voice of Africa y The New Africa) los fundadores decidieron iniciar una campaña de crowfunding en la plataforma Indiegogo. A falta de 37 días para que termine el plazo, llevan recaudados más de 13.500 dólares. Por delante, el objetivo arriesgado de conseguir los 60.000 dólares necesarios para la construcción del primer parque de patinadores de Etiopía.

A pesar de que “sólo quieren patinar”, Sean y Abenezer están haciendo mucho más que eso. En apenas unos meses han introducido un deporte que era virtualmente inexistente en Etiopía. Gracias a ellos, decenas de niños han empezado a patinar, y el número crece cada día. “Ahora estamos empezando de modo que no podemos decir exáctamente cuántos niños hay en nuestra organización pero de momento, hay más de 30. Todo el mundo es bienvenido: ya sea el limpiabotas o el chico al que le están lustrando sus zapatos. A través del skate, los jóvenes con problemas o excluidos socialmente tienen la oportunidad de conectar con los demás y con otros patinadores. No importa cuál sea la situación económica”, explica Sean.

Abenezer lleva un par de años patinando. “Me enamoré del patín hace dos años, cuando vi a un chico tratando de patinar en un aparcamiento… Parecía muy divertido. Allí estaba su madre que lo miraba y de repente presenció una caída bastante mala. Como me vio mirando hizo que su hijo me tranquilizara dándome el consejo de que si patinaba no me haría daño. Ese día cambió mi vida. Ahora, he encontrado algo que hacer. Algo que empuja mis límites. Algo nuevo”, afirma ilusionado el joven etíope natural de Adis Abeba.

A Sean, sin embargo, le viene de familia. Su padre practica surf y skate, y desde pequeño se dedicó a filmar imágenes y pequeños clips de los amigos. Él se encarga de la parte creativa y audiovisual de Ethiopia Skate, mientras que Abenezer se encarga de romper clichés a cuatro ruedas sobre la cultura del skate en su país. El californiano, que llegó a Etiopía en 2011 para un proyecto de vídeo encargado por una ONG, escuchó por primera vez hablar de Abenezer volando. Y no es una metáfora.

“Conocí a un chico sueco en un pequeño avión a Adis hace unos seis meses, su nombre es Tomas pero lo llamamos choma (que significa “carne blanca” en amárico). Entablamos una conversación y empezó a mostrarme imágenes de niños patinando en un aparcamiento; Abenezer estaba en una de ellas. Estaba muy emocionado porque cada vez que paseaba por Adis pensaba en lo divertido que sería para patinar. Al día siguiente, Choma me llevó al lugar donde patinaban y la campaña creció naturalmente”, explica el norteamericano.

De izquierda a derecha: Sean (EEUU), Abenezer (Etiopía) y Tomas (Suecia). Foto: Joey Maloney.

De izquierda a derecha: Sean (EEUU), Abenezer (Etiopía) y Tomas (Suecia). Foto: Joey Maloney.

Estos jóvenes emprendedores decidieron capturar la historia de lo que puede suponer el patinaje en Adis “y realizamos un vídeo durante dos fines de semana que reflejara esta realidad”, apunta Abenezer. Aunque todavía están lejos del objetivo, la confianza y seguridad con la que hablan es un bálsamo de esperanza. “Lo que conseguiremos tendrá un gran impacto. Vamos a construir rampas portátiles para que los niños puedan patinar sin importar lo mucho o poco que consigamos. Si no alcanzamos nuestra meta de 60.000 dólares (unos 44.000 euros) para construir el parque, seguiremos luchando hasta encontrar otros caminos”.

Hay alrededor de 50 millones de patinadores en el mundo y los vinculos, inquietudes y sueños se han unido a través de las redes sociales. Así lo explica Sean: “Es una locura. Abenezer tiene amigos y conexiones por todo el mundo y eso que ¡nunca ha salido de Etiopía! Él es amigo de algunos grandes patinadores en Barcelona y tenemos colaboradores que nos apoyan allí, pero estamos trabajando principalmente con una organización llamada Make Life Skate Life con sede en Alemania. Ellos construyeron previamente skateparks en la India y Bolivia. Ahora estamos en la primera y más difícil etapa de la construcción: asegurar la tierra”.

Con un movimiento que poco a poco se hace visible en países como Kenia, Uganda, Madagascar o Sudáfrica, desde Ethiopia Skate planean para este 2014 demostraciones y talleres para enseñar a voluntarios que lleven esta modalidad alrededor del país. Mientras, la esperanza e ilusión a dos ruedas de Abenezer nos impulsa a creer en otra forma de hacer con pocos recursos. “Si algunos de nosotros trabajamos juntos en este sueño, los niños volverán a la vida”, sentencia el joven patinador.

Para más información sobre el proyecto y la campaña Ethiopia Skate pincha aquí.

Áfricas: Nueva cartografía

La hibridación entre naturaleza y urbe. Fuente: worldalldetails.com

La hibridación entre naturaleza y urbe. Fuente: worldalldetails.com

 

La ironía del desconocimiento rompe eslabones una y otra vez cuando nos acercamos al Sur del Sahara. Es cuando el francotirador entra en escena. El azote de realidad es tan inesperado que al desestereotipar nuestros imaginarios y narrativas quedamos sin herramientas de análisis. ¿Cómo enfrentarnos al fenómeno de los cambios arquitectónicos en las urbes contemporáneas africanas? Recurrir a la comparación fácil, a la balanza de «aquí se hace así» y que «nuestro modelo de ciudad» es exportable a cualquier esquina es una implosión de ego que ciega y destruye. Una alternativa responsable y humilde a este lado del hemisferio sería, por lógica aplastante, humedecer nuestra percepción y aplicar una buena dosis de escucha activa con los profesionales que trabajan en el terreno. En nuestro artículo de hoy de artivismo queremos conocer de cerca a uno de los arquitectos más influyentes de su generación y que está planteando una nueva cartografía crítica del espacio africano: David Adjaye.

David Adjaye. Fuente: http://elbloc.net

David Adjaye. Fuente: http://elbloc.net

Puede resultar paradójico pero sería una de las esencias del cosmopolitismo: tener unos padres ghaneses, nacer en Dar es-Salaam, Tanzania, y residir en Londres. Este menú continental es lo que le ha proporcionado a David Adjaye, de 46 años, una visión adaptada al escenario políglota, multicultural e híbrido que es el continente africano. Aunque a menudo pasemos de puntillas por las cátedras que postulan los numerosos rankings que dan cancha a reportajes curiosos, valga la excepción de hoy para hablar de este personaje que encabeza la sexta edición de la lista elaborada por Power List colocándolo como la figura negra más influyente en 2013 en el Reino Unido.

Adjaye, que comenzó en 1999 el periplo de visitar y analizar cada una de las 53 capitales africanas -ahora suman 54 con Sudán del Sur-, aporta en cada trabajo una mirada renovada y explicativa, síntesis que ha quedado compilada en su obra Arquitectura metropolitana africana, editado por Rizzoli. Este trabajo se convierte en una herramienta para reivindicar los nuevos espacios urbanos en las metrópolis africanas. Una nueva visión activa de la arquitectura en el continente para evocar las transformaciones económicas, demográficas y arquitectónicas que se han abierto en África.

Lo que este artista de la escuadra y el cartabón nos propone es visualizar el continente en seis grandes áreas geográficas en las que se puede apreciar, salvando las distancias entre países, un tipo de arquitectura particular. «Y hasta que no aceptemos la diversidad africana no comprenderemos nada», explicaba Adjaye en una entrevista a la revista Courrier International en el último de sus números especiales dedicado a África (marzo-abril-mayo 2013). El norte con el Magreb, la zona saheliana, el desierto, la sabana, la zona boscosa y la parte de montaña. Esta cartografía simplificada es lo que conduce al tanzano a afirmar, no sin polémica en los círculos africanistas, que de las características geográficas deriva la cultura: «Creo que a veces se han exagerado las particularidades históricas. Las gentes pueden hablar diez lenguas diferentes, pero si ellos trabajan la tierra de la misma manera y cultivan las mismas cosas, tendrán el mismo tipo de cultura». El debate está servido.

Desde que creó su propia agencia en Londres, Adjaye Associates, en el año 2000, este arquitecto ha diseñado talleres de artistas, locales comerciales y edificios públicos como el Centro Nobel de la Paz en Oslo, el museo de arte contemporáneo de Denver, la escuela de comercio de Skolkovo, cerca de Moscú o, la más esperada: el Museo nacional de historia y cultura afroamericana en Washington que abrirá sus puertas en 2015. Pero su gran empresa es recorrer la arena académica y otros foros no tan especializados en Europa y América del Norte para mostrar imágenes de África generalmente nunca vistas desde el prisma de la arquitectura. «Mil millones de personas que viven aquí y muchas personas en Occidente se quedan estupefactas por no tener la menor idea de lo que puede parecer una ciudad africana», subrayaba crispado Adjaye para la revista francesa. Lo cierto es que frente a los retos ecológicos y de infraestructuras públicas que en ocasiones son inexistentes o deficitarios, una parte del continente como Kenia, con su Silicon Savannah (de la que hablamos en Wiriko) o más recientemente Ghana, con su Hope City apuestan por megalópolis y centros administrativos adaptados a la época del café expres contemporáneo. Está por ver si, como definen los teóricos más sociales de la disciplina, la arquitectura contribuye a estabilizar el enlace con los ciudadanos.

Publicado en Wiriko

El sudanés que rompe fronteras con sus manos

Trabajo de ElShafei titulado "Memorias de barcos sin cadenas".

Trabajo de Mohamed Elshafei Dafalla titulado «Memorias de barcos sin cadenas».

 

Sudán es una palabra polisémica: o bien un refugio de posibilidades sin futuro para muchos o un trampolín inesperado de creación. Desde el Norte a un Sur recién estrenado como país número 54 del continente africano, el moderno Sudán ha sido víctima de las fronteras coloniales tanto antiguas como modernas, realidad que el artista Mohamed Elshafei Dafalla ha asumido como propia en toda su obra. Las orillas del Nilo han visto como este sudanés políglota de las artes plásticas ha caracterizado su trabajo con el compromiso político y social. Hoy hablaremos en Artivismo de ElShafei, el escultor, fotógrafo, pintor y artista que les da voz a los que no la tienen.

Creció en Sennar en 1971, cuando Sudán era todavía uno y, según los datos estadísticos, el país más grande de África, uno de los cinco más grandes del mundo, con 115 idiomas dentro de sus fronteras y con alrededor de 700 grupos étnicos. Puerta de entrada a Tierra Santa y paso obligado a los que, desde el oeste africano, peregrinaban a Oriente Medio.

Su andadura a través del arte la inició a la edad de trece años y como si fuera el punto de inflexión, su trabajo comenzó a tener un trasfondo adeudado con la sociedad que lo rodeaba; Elshafei reconoció en el arte, con el apoyo de sus padres, ambos maestros, una herramienta de comunicación. La percepción precoz de que sus manos tenían más usos que el de moldear letras en el papel se hizo real al poetizar lo que soñaba: utilizarlas para comunicarse más allá de las restricciones de idioma. Después de estudiar en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Sudán en JartUM, más tarde obtuvo una Maestría en Bellas Artes por la Escuela de Arte y Diseño de la Universidad de Michigan.

El artista sudanés  Mohamed Elshafei Dafalla. Fuente: http://www.samagazette.com

El artista sudanés Elshafei. Fuente: http://www.samagazette.com

Después de la universidad en Sudán, se integró con la población de Umbororo, un pueblo nómada y bastante estereotipado por sus costumbres. Los Umbororo ofrecieron a Elshafei un punto de vista diferente; una cosmovisión de la vida dedicada a la naturaleza y al seguimiento de sus animales en busca de pastos. Sumergido en su cultura comenzó a entender y apreciar la libertad de ellos como una forma ideal de ser. “Ellos viajan, a veces cruzando las fronteras, sin que nadie les pare y sin que nadie les pregunte por qué están ahí. Ellos ni poseen ni llevan identificación y no tienen ninguna necesidad de hacerlo”, afirma en su página personal. Además, ha documentado las historias de vida de más de medio centenar de artistas de Sudán a través de fotografías y biografías del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Cornell.

Este africano, musulmán, profesor, activista, y galardonado artista multimedia, es mucho más que todas estas etiquetas. Su misión, a través de su arte, como hacen compatriotas suyos de la talla de Ahmed Abushariaa, El Tayib Bait El Daw, Ayoub Hamid o el fallecido Mahdi Rashid, es ayudar a la gente a entender esto: el arte es un lenguaje poderoso y universal que sirve para dar herramientas de expresión a los que están sometidos.

La combinación de arte y activismo provoca que la obra de este sudanés de 42 años, afincado en Washington, sea referencia en el terreno de las experiencias de los refugiados atrapados entre las fronteras y los conflictos en su país natal. Influenciado por el conflicto desordenado que recientemente separó su casa en dos países, Sudán y Sudán del Sur, espera poder exponer los muchos problemas e injusticias que crean las fronteras artificiales con demasiada frecuencia.

Como afirmó para el diario digital Voanews: “Las personas deben vivir sin fronteras, que es como la gente vivía al principio. Pero, por desgracia nuestros políticos comienzan a construir estas fronteras en relación con sus propios intereses. Esto crea más problemas de los que crea la paz. Ellos tal vez deberían trabajar para destruir las fronteras y hacer el mundo abierto y accesible”.

Os dejamos uno de sus último trabajos audiovisuales en el que se embarcó el año pasado sobre historias de vida de supervivientes a torturas y a los solicitantes de asilo en los Estados Unidos.

Publicado en Wiriko

 

Superhéroes negros que salvaron la humanidad a través del cómic

El color negro ilustra con múltiples matices la paleta de los cómics estadounidenses desde los años treinta. Con infinidad de tonalidades estereotipadas en sus comienzos, no será hasta la década de los sesenta cuando aparecerá el primer superhéroe negro que reflexionará en voz alta sobre la justicia y la libertad en plena lucha por los derechos civiles de la población negra. Os invitamos a pasearos por la historia de los héroes afrodescendientes que multinacionales como la Marvel o DC Comics dibujaron para reflejar el sentir de la población. Pasen y vean.

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El Príncipe Lothar junto a su inseparable amigo, el mago Madrake. Año 1934.

El primer personaje negro que aparece en las tiras de cómics estadounidense -corre el año 1934- es el «Príncipe Lothar», un personaje secundario que acompaña a su inseparable amigo fiel, el mago Madrake. Lothar es el Príncipe de las Siete Naciones, una federación de tribus ubicadas en una zona indeterminada de la selva africana, pero rechazó convertirse en rey de su pueblo para luchar por la justicia junto a Mandrake. Lothar, quien con el paso de los años ha adquirido un papel prácticamente de protagonista, se ha ido ‘modernizando’ tanto en atuendos (en sus comienzos vestía con pieles de animales y ahora luce gafas de sol) como en la forma de hablar el inglés, presentado al principio como un sirviente que se comunicaba en una lengua prácticamente ininteligible.

Como ocurrió con el personaje de Lothar, los negros que aparecen en los cómics durante los años 30 y 40 eran imágenes estereotipadas de la pobreza y la esclavitud que reforzaban el imaginario segregacionista de unos Estados Unidos sumergidos en la Segunda Guerra Mundial; estos son los ejemplos de Ebony White y de Whitewash Jones.

El 2 de junio de 1940, aparecía en la revista Spirit un personaje de ficción llamado «Ebony White». Creado por Will Eisner, Ebony es un claro retrato de la corriente racista de los Estados Unidos: grandes ojos blancos, gruesos labios rosados –habituales en las caricaturas de negros-, y del tamaño de un niño pequeño; es decir, la imagen de un negrito que asiste siempre leal al héroe blanco -léase al Tío Sam-. Un poco más tarde, en el verano de 1941, aparecían «The Young Allies» (Los jóvenes aliados), cuatro intrépidos amigos patrióticos que combatían todas las amenazas que acechaban a Norteamérica como eran Adolf Hitler, Benito Mussolini o Hideki Tojo. Uno de los protagonistas era «Whitewash Jones», el único negro que por el simple hecho de su color de piel no tenía un nombre elegante como los otros, matiz que apuntan los críticos.

Cómic Spirit con Ebony White

Ebony White, creado por Will Eisner, es un claro retrato de la corriente racista de EEUU en los años 40.

Washington "Wash" Jones lucharía contras las amenzas a EEUU durante la Segunda Guerra Mundial .

Washington «Wash» Jones lucharía contras las amenzas a EEUU durante la Segunda Guerra Mundial .

 

Otros personajes negros de esta década incluidos en la revista All Negro Comics fueron dos: «Lion Man» y «Ace Harlem». El prólogo de «Lion Man», nacido en 1947, comenzaba de la siguiente forma: «Nacido en Estados Unidos, con estudios universitarios, Lion Man es un joven científico enviado por las Naciones Unidas para velar por la temible montaña mágica de la Costa de Oro africana. Dentro de su cráter se encuentra el mayor depósito mundial de uranio – suficiente para fabricar una bomba atómica que podría destruir el mundo. El trabajo de Lion Man es informar sobre los hechos de cualquier nación traidora que podría tratar de llevarse el arma letal con el fin de la guerra» [1]. Por otro lado, «Ace Harlem» era un detective de la policía que opera en una ciudad de América sin nombre (lo más probable es que fuera Nueva York). Ace es un firme creyente en la justicia como una fuerza innata en el universo, y que de una manera u otra, le llega a cualquiera que se embarca en la vida del crimen [2].

 

Primeros protagonistas negros (y también superhéroes)

Imagen de Waku, Príncipe de los bantúes. Año 1954.

Waku, Príncipe de los bantúes (1954).

La canción Strange Fruit que Billie Holiday cantaba como bis en sus actuaciones en los años 40 era el sentir de una población negra que, encorsetada por las leyes segregacionistas estadounidenses, pedía justicia por tantos crímenes impunes y tanta humillación acumulada. Pero, efectivamente, después de la Segunda Guerra Mundial, la caracterización de los negros en las tiras de cómic mejoró dejando atrás a personajes lacayos e identificados con la delincuencia reflejada en las viñetas de los años 30 y 40. No obstante, el contexto social estadounidense se agrietaba a un ritmo constante: se calcula que entre 1940 y 1970, unos cuatro millones de afroamericanos emigraron del sur a las ciudades del norte durante y después de la guerra (Fonner & Garraty, 1994:109)[3]. Ese fenómeno migratorio urbanizó y modernizó a un sector muy grande de la población negra que en el sur había vivido en el aislamiento de la vida rural lo que condujo a un aumentó de su conciencia política. Miles de afroamericanos habían participado en una guerra «mundial» que se combatía en nombre de la democracia, en Europa y el Pacífico, para que los prisioneros de guerra alemanes fueran mejor tratados que los soldados norteamericanos negros quienes, al regresar muertos a Estados Unidos, no podían encontrar siquiera un pedazo de tierra en los cementerios (Carmichael y Hamilton, 1976)[4].

Gabriel 'Gabe' Jones (1963).

Gabriel ‘Gabe’ Jones (1963).

Bajo este contexto, en septiembre de 1954, Marvel Comics, estrenaba «Waku, Príncipe de los bantúes». Sin duda, una fecha simbólica porque era la primera vez que se presentaba a un personaje negro como el protagonista de una historieta. Waku, era un príncipe de la nación bantú que con su fuerza defendía a su pueblo de los cazadores blancos que trataban de esclavizarlos. Unos años más tarde, en mayo de 1963, sería también Marvel quien le daría vida a Gabriel ‘Gabe’ Jones, un marine entrenado y valioso durante las guerras de Vietnam y Corea que aparecía en el cómic del «Sargento Fury». Otro personaje con vocación protagonista nacería en diciembre de 1965; la DC, la competencia de Marvel, estrenaba a «Lobo», un pistolero al más puro estilo Viejo Oeste.

Como un claro reflejo del sentir de la sociedad, durante los años sesenta se produjo un punto de inflexión respecto a la imagen del negro unida a la del superhéroe en pleno auge del movimiento por los derechos civiles estadounidenses, encabezados por Martin Luther King. El plano internacional, además, apremiaba a la Administración norteamericana a tomar medidas. Muchas de las antiguas colonias europeas en África se encontraban en proceso de independencia y los movimientos revolucionarios se sucedían en diversas partes del mundo por lo que la incoherencia legislativa se hacía evidente: EEUU predicaba unos ideales igualitarios que se difuminaban sin una praxis concreta mientras la enorme brecha y la realidad terrible de la segregación racial se enquistaban.

Lobo, un pistolero del Viejo Oeste (1965).

Lobo, un pistolero del Oeste (1965).

Y finalmente apareció bajo el sello Marvel. En julio de 1966, en el número 52 del cómic «Los 4 fantásticos», los creadores Stan Lee y Jack Kirby presentaron a «Pantera Negra», el primer superhéroe negro de la historia del cómic y el primer superhéroe africano. Este personaje es descendiente de una larga línea de guerreros que provienen de Wakanda, un estado africano tecnológicamente avanzado y con la monarquía más antigua de la historia escrita. La cultura de Wakanda se basa en la adoración del Dios Pantera y es una de las pocas naciones en el mundo que no forma parte de la ONU, siendo totalmente autosuficientes no necesitando el comercio más allá de sus fronteras para comida, ropa o tecnología. «T’Challa», el nombre real de «Pantera Negra», es también uno de los diez hombres más inteligentes en los cómics de Marvel. Unos años más tarde, en septiembre de 1969, los mismos creadores de «Pantera Negra» le dieron forma a un nuevo compañero para el Capitán América. Su nombre era «Halcón». La prolífera racha que adoptó Marvel creando superhéroes negros irritó a la DC que en 1971 presentaba su opción reivindicativa y social del sentir afrodescendiente; se trataba de Linterna Verde o John Stewart. Tras su debut, este personaje se posicionó en el ránking como el tercer superhéroe de piel negra credo por la industria del cómic estadounidense.

Primer superhéroe negro del cómic (1966).

Pantera Negra, primer superhéroe negro realizado por Marvel (1966).

Linterna Verde, III superhéroe negro (1971).

Linterna Verde, tercer superhéroe negro realizado por DC (1971).

Halcón, el segundo superhéroe negro (1969).

Halcón, segundo superhéroe negro realizado por Marvel (1969).

 

 

Las décadas de los 70, 80 o la feminización negra en el cómic 

Tormenta, la primera mujer negra superheroína

Tormenta, la primera mujer negra superheroína (1975).

En plena Guerra Fría y con una dinámica imperante protagonizada por la nueva y radiante sociedad de consumo, los personajes de cómic de los años 30 y 40 sufrieron una remodelación acorde con la nueva filosofía americana. Por ejemplo, «Lothar», el ayudante del mago Madrake, comenzó a hablar un inglés refinado, dejaba en el armario los atuendos aterciopelados y su torso, la mayoría de las veces desnudo, aparecía cubierto. Al mismo tiempo, el estereotipado «Ebony White» regresaba a las páginas del Espíritu como el alcalde de la ciudad[5]. Mientras, la normalización poco a poco iba teniendo lugar en las páginas de los cómics. El 1 de mayo de 1975, uno de los personajes negros más populares y duraderos de los años 70 hacía su aparición: «era Tormenta». Casada con «Pantera Negra», esta diosa africana es descendiente de una línea de usuarios de la magia de Kenia y que como resultado le otorga un potencial mágico fuerte. El dibujo de «Tormenta» es sumamente relevante fundamentalmente por dos motivos: por su carga social, y debido a que las superheroínas negras en la década de los setenta eran prácticamente inexistentes. En definitiva, este status le hizo formar parte del selecto grupo de los «X-Men» convirtiéndose en uno de los pilares de los dibujos Marvel durante unos treinta años.

La década de los 80 supuso un cambio cualitativo y cuantitativo. Cada grupo de superhéroe tenía  ya en sus filas a uno o dos integrantes negros y las profesiones a las que se dedicaban eran de las denominadas de cuello blanco, es decir, médicos, abogados o científicos que sustituían de una forma inminente a los personajes representados en épocas anteriores como los sicarios, los traficantes de drogas o los corruptos

 

De la revolución afro del carboncillo a la época actual

La década de los 90 fue muy dinámica en el sector del cómic fundamentalmente por la creación de las empresas Image Comics y Milestone. Los inicios de Image Comics surgieron a raiz de un grupo de ilustradores independientes que trabajaban para Marvel y que no estaban satisfechos con la política de la empresa. Fundada en 1992, se definía ya entonces como «un lugar donde los creadores pueden publicar su material sin renunciar a sus derechos como autores». El éxito fue rotundo y han conseguido situarse como una de las editoriales más grandes de Norteamérica. Su obra de arte principal fue «Spawn» (Engendro), uno de los bestseller de la década del 90 con un elenco predominantemente negro.

Personaje creado por Image Comics (1992).

Engendro, personaje creado por Image Comics (1992).

Static, personaje creado por Milestone (1994).

Static, personaje creado por Milestone (1993).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por otro lado, y como comentábamos, en esta década hubo otro acontecimiento. En 1993 Un grupo de guionistas y dibujantes afroamericanos (Dwayne McDuffie, Denys Cowan, Michael Davis y Derek T) decidían crear Milestone Comics, un sello cuyo principal objetivo era visibilizar y realzar a los personajes negros en un sector monopolizado por unas pocas editoriales. Milestone fue el intento de corregir este desequilibrio e introdujo un nuevo universo de personajes minoritarios con títulos como «Sindicato Sangre», «Icon». «Hardware» y «Static», este último, sin duda, el más significativo. Estos héroes lucharon sobre todo contra los villanos pero tuvieron por misión, irreductiblemente, el enfrentamiento contra el racismo, la violencia desmesurada de las pandillas y el embarazo de las adolescentes. A pesar de los intentos de posicionar a la comunidad negra en la cúspide del cómic estadounidense, Milestone Comics cerró en 1997 para centrarse en su división audiovisual reinventándose en varias ocasiones desde su fundación en 1993. De hecho, en el año 2010, DC lanzó una serie limitada titulado Por siempre Milestone en la que se detalla el destino final de muchos de los héroes.

Hoy en día, los cómics reflejan el estado multiétnico del mundo y las grandes compañías explotan personajes que desfilan peligrosamente entre el endiosamiento y el ser carnal. Por ejemplo, DC Comics ilustra su mundo de fantasía y denuncia mediante unos superhéroes con una misión encomendada (Batman y Gotham City, o Superman y el drama de Krypton), mientras que Marvel hace lo propio explorando las mutaciones genéticas de sus personajes -lo que les hace tremendamente únicos- unido al gesto colorido de protagonistas nacidos en cada esquina del mundo. La gran pantalla ha sabido aprovechar la sabia de estos griots de carboncillo otorgándoles un espacio, incluso desempolvando una esfera pública reservada para la monocromía del blanco. De esta forma, superhéroes como «Catwoman», «Blade», «Tormenta», «Engendro» o «Hancock» han subido al atril del séptimo arte para seguir reivindicando el sentir de la comunidad negra. Tal vez, como apuntaba Martin Luther King el 28 de agosto de 1963 en su discurso «Yo tengo un sueño», se haga cada vez más presente esta frase: «Now is the time…»

Publicado en Wiriko


[1] Fuente: http://pdsh.wikia.com/wiki/Lion-Man

[2] Fuente: http://pdsh.wikia.com/wiki/Ace_Harlem

[3] Fonner, E. y John G. (1991). The Readers Companion to American History (eds.) Boston: Houghton Mifflin Co.

[4] Carmichel, Stokely y Charles V. Hamilton (1976) Poder Negro. México: Siglo XXI Editores.

[5] Fuente: http://www.comicbookresources.com/?page=article&id=14623

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